Dieta de Hambre

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¿Quién no ha hecho una? Como todos, lo más probable es que más de una vez hayas pasado hambre buscando perder algún kilo de más, haciendo “dieta”. Pero en realidad eso no es dieta. Popular y erróneamente, esta palabra se asocia a comer menos, para obtener sólo los nutrientes y la energía necesaria, y así conseguir el peso deseado.
En rigor una dieta es el conjunto de alimentos que componen el comportamiento alimenticio de las personas. El concepto proviene del griego ¨dayta¨, que significa ‘régimen de vida’.
Las dietas para adelgazar son las dietas de hambre, y se caracterizan por ser restringidas en calorías o ser hipocalóricas.

Por muchos años, las dietas hipocalóricas han sido consideradas como una eficaz forma de adelgazar y si bien, a veces, consiguen disminuir el peso y porcentaje de grasa inicial, una vez finalizada la dieta, las personas vuelven a sus hábitos alimentarios, por lo que acaban recuperando su peso. Lo peor es que en algunos casos se obtiene un “efecto rebote”, es decir se termina con más peso.
Por ejemplo: si una persona come poco, su metabolismo se adapta a esa escasa cantidad de alimento. Cuando esto sucede, el funcionamiento del organismo se hace más lento ya que tiene menos  “combustible” que  metabolizar. El resultado es que el cuerpo se adapta a esta condición de baja ingesta de alimentos, lo que conlleva que esa disminución de peso inicial se detenga.

Ejemplos de dietas de hambre:
Dieta de las 600 Calorías y Dieta de Cooley: Régimen muy estricto basado en la ingesta diaria de 600 a 800 calorías. Muy inferior al requerimiento mínimo promedio de 1.500 a 2.000 calorías diarias. 
Dieta de Hollywood: Popularizada por los actores, incluye ingesta de muchas proteínas y café, con pocas verduras.
Dieta Scardale: Muy restringida en cantidad de todos los nutrientes. No se recomienda por más de 2 semanas.
Dieta de la Sopa: Se basa en consumir sólo sopas de verduras.
Dieta de la Luna: Consiste en hacer ayuno de 26 horas los días cuando la luna se encuentra en cuarto menguante o cuarto creciente. Se basa en suponer un efecto de la luna sobre los líquidos corporales.
Dieta de las Proteínas, dieta Ducan, dieta Cetogénica y dieta Atkins: Estas dietas consisten en eliminar el consumo de carbohidratos, incluso de ciertas frutas y verduras, y favorecer la ingesta de proteínas y grasas.

Algunos estudios han reportado que las dietas restrictivas, dado al bajo aporte de nutrientes, disminuyen la conversión de hormonas tiroideas en una hormona más activa que se denomina T3. Las hormonas tiroideas regulan el gasto energético. En las personas que hacen dietas de hambre, baja la producción de T3 activa, lo que favorece la acumulación de grasa y la disminución del metabolismo energético, lo que explica a la vez porqué los pacientes que hacen dietas de hambre, dejan de bajar de peso en un momento dado.

Algunos de los efectos secundarios de este tipo de dietas son:

Pérdida de musculatura: Este tipo de dietas no incorporan suficientes proteínas, además de una baja ingesta de hidratos de carbono (estos últimos son los que suministran glucosa). Debido a esto, el organismo tendrá que formar glucosa internamente, convirtiendo los aminoácidos de la proteína muscular en glucosa, lo que conduce a un destruir parcialmente la masa muscular y por ende, a una disminución del metabolismo basal.

 

Hipoglicemias: Ocasionadas por periodos de ayunos prolongados que son característicos en este tipo de dietas. Se manifiesta a través de sensación de fatiga, náuseas, mareo y dolor de cabeza. Las hipoglicemias provocan un aumento del cortisol, la hormona del estrés, provocando daño celular y favoreciendo enfermedades inmunológicas.

 

Depresión: La disminución de las hormonas tiroideas tiene como consecuencia generar un estado depresivo, irritabilidad y mal humor. No ingerir suficientes nutrientes, provoca no tener energía suficiente para llevar a cabo tareas diarias, además de presentar mareos y náuseas.

 

Acidez: El organismo está preparado para recibir alimentos durante el día. Por ello produce ácido clorhídrico a nivel gástrico, lo que nos ayuda a poder digerir diferentes tipos de alimentos. En las dietas de hambre, en que se producen largos periodos de ayuno, se genera un desequilibrio en este proceso, lo que lleva a que la persona experimente sensación de acidez y a largo plazo puede generar esofagitis, entre otras.

Déficit de vitaminas y minerales: Las dietas de hambre, además de su bajo consumo de porciones de alimentos, se caracterizan por ser monótonas, con pocos alimentos lo que lleva a que se presenten déficit de algunas vitaminas y minerales.

¿Qué pasa si me faltan minerales?
Zinc
: inmunodeficiencia, alteración del gusto y el apetito, y dificultad en la cicatrización de las heridas. Su deficiencia se manifiesta como acné, manchas blancas en las uñas, entre otros.
Hierro: debilidad y anemia.
Calcio: maduración ósea defectuosa, osteoporosis y trastornos en la coagulación sanguínea.
Magnesio: debilidad muscular y calambres.
Yodo: hipertrofia de la glándula tiroides y bocio.
Sodio: reducción de apetito, apatía mental y calambres musculares.
Potasio: debilidad muscular y trastornos cardiacos.

¿Qué pasa si me faltan vitaminas?
Tiamina o vitamina B1: problemas psíquicos como estados depresivos, irritabilidad, dificultad de concentración y problemas de memoria.
Riboflavina o vitamina B2: lesiones de las mucosas del sistema digestivo y de la piel y lesiones oculares en general.
Niacina o vitamina B3: lesiones de la piel, gastrointestinales y desórdenes nerviosos y mentales.
Piridoxina o vitamina B6: dermatitis, temblores musculares y cálculos renales.
Biotina: fatiga, depresión, dolores musculares, náuseas.
Ácido fólico: trastornos digestivos, diarrea y anemia.
Vitamina C: hemorragias subcutáneas, encías rojas y mala cicatrización de las heridas.
Vitamina A: trastornos oculares, alteraciones de las mucosas e inmunodeficiencia.
Vitamina D: pérdida de masa ósea y debilidad. Aumento de enfermedades autoinmunes.
Vitamina E: lesiones renales y alteraciones a nivel del aparato genital. Enfermedad cardiovascular.
Podemos concluir que este tipo de dietas, que se presentan como fórmulas mágicas para perder peso de forma rápida, a la larga no son efectivas ni sanas. Porque si bien, a veces, se logra el objetivo que es perder peso a corto plazo, no entregan los nutrientes necesarios para el organismo.

El plan de alimentación que recomendamos en Nutrición Inteligente, garantiza la ingesta de todos los nutrientes necesarios para que el organismo funcione bien, es decir, un sistema de alimentación que logra el equilibrio para tu salud, para el resto de tu vida. Utilizamos herramientas como la Dieta del Genotipo, detección y tratamiento de Intolerancias Alimentarias y la Nutrición Ortomolecular, que prioriza y se preocupa de otorgar los nutrientes necesarios a nivel celular. La consecuencia de este equilibrio será la pérdida de peso, la que se va generando a través del cambio en su tipo de alimentación.

Otros antecedentes:
(1) Un estudio publicado en 1997 demuestra que los norteamericanos han disminuido sus aportes energéticos en un  4% y su consumo de grasas en un 11%. El consumo de productos “light” pasó de 19% a 76% en diez años.
A pesar de esto, en el mismo periodo, en EEUU la obesidad aumentó un 31%. Los autores de este estudio, desconcertados por sus resultados, lo titularon “The American paradox” (la paradoja estadounidense).
(2) Un Estudio francés efectuado sobre 14.000 personas, durante 8 años (desde 1995 a 2003) revela que los hombres consumen un promedio de 2.200 calorías diarias y las mujeres 1.600. Además de ser menos de lo que se pensaba, es inferior a los aportes energéticos recomendados y aun así, el peso promedio de los voluntarios del estudio aumentó a pesar que los aportes calóricos totales en cada dieta disminuyeron en un 6%.

Bibliografía
(1) Adrian F. Heini “Divergent trends in obesity and fat intake patterns : The American Paradox”. The American Journal of Medicine 1997.

(2) Hercberg S. & coll. “Result of a list of a pilot study of the SUVIMAX project”. Rev. Epidemiol. Santé Publique 1995 ; 43 : 139-146